Comentario
Como en tantos otros lugares, la historia griega está en íntima relación con su paisaje. En conjunto, la Grecia prehelénica viene a coincidir, grosso modo, con su actual territorio, al que hay que sumar las costas egeas de Asia Menor, hoy día integradas en la República de Turquía. Grecia es un conjunto de paisajes diversos e incluso separados en partes que nada tienen que ver entre sí, diferentes por la orografía y los recursos disponibles. Los principales accidentes geográficos en Grecia son las montañas y el mar. La Grecia continental es prácticamente, una cadena montañosa que se hunde en el Egeo; el mayor número de sus islas no constituyen más que las cimas de esta cordillera sumergida. Este fenómeno ha dado lugar a unas líneas costeras muy recortadas y abruptas, con abundantes penínsulas, islotes próximos, lenguas de tierra, bahías y promontorios, además de unos valles interiores bastante cerrados y de difícil acceso en ocasiones, producto de una orografía muy accidentada. Hay montañas de más de tres mil metros, como el Olimpo en Tesalia, o de unos dos mil quinientos metros, altura del Ida en Creta, ambos en zonas muy cercanas al mar. Las llanuras son escasas y de poca extensión, aunque bien situadas y protegidas por los macizos montañosos, dejando estrechas franjas en algunos tramos costeros.
Como nexo de unión de estas diferentes áreas está el mar Egeo; a él se asoman todas ellas, con las cadenas montañosas a sus espaldas. Salvo las regiones occidentales, muy estrechas y volcadas hacia el mar Jónico, el resto de Grecia está en torno al Egeo. Dentro del mar y por todas partes, multitud de islas están siempre presentes en lontananza, como seguras referencias para una temprana navegación en todas direcciones: en días claros y en cualquier zona del mar, se observa casi siempre alguna cota de tierra firme. Al sur y como tierra límite de este mar interior que es el Egeo, se encuentra la mayor isla del Mediterráneo oriental, Creta, con una excelente ubicación geográfica, tal y como ya observaron los autores antiguos: "esta isla ocupaba una posición muy favorable para las salidas a todas las partes del mundo" (Diodoro IV, 17).
Estas condiciones geográficas tan variadas tienen su trasunto en los productos naturales. El clima es diverso, como corresponde a la elevada altitud de las principales montañas, la mayor parte del año cubiertas de nieve y con su rápido descenso hacia el mar, en pocas horas de camino, se produce un escalonamiento de microclimas y, por ende, de sus floras y faunas asociadas. A juzgar por los restos arqueológicos y por las representaciones artísticas primitivas, la variedad de plantas y animales era algo más abundante que la existente hoy día. La mayor presencia de bosques en zonas actualmente casi devastadas supuso la existencia en grandes cantidades de animales de caza, tales como el ciervo rojo, el jabalí o la liebre. También son numerosas las zonas que contaban con animales que pronto serán domesticados: cabra montés, oveja, cerdo, etc. Ya en la antigüedad, al igual que hoy, era difícil ver ganado vacuno en el paisaje griego debido a lo abrupto del terreno y a la inexistencia de pastizales, tal como es característico en el paisaje mediterráneo, cálido y suave, con colinas cubiertas de monte bajo y matorrales. El terreno fértil apto para el cultivo no es muy extenso y se encuentra al fondo de los valles o en ciertas llanuras del norte de Grecia o en Creta. El afloramiento aquí y allá de la roca madre, generalmente caliza, configura una superficie muy agreste y no precisamente generosa con la agricultura, hecho que abocará al griego antiguo a buscar nuevas tierras que soporten y den sustento al excedente demográfico. Esta característica explica la perenne vocación del pueblo griego a proyectarse hacia el exterior, bien empleando su actividad en el comercio o bien en la colonización de nuevos territorios (aún en la actualidad, prácticamente la mitad de la población griega busca sus recursos en la emigración al extranjero).
La multiplicidad de aspectos de la geografía griega ha condicionado de modo indudable la trayectoria histórica, caracterizada por una fuerte regionalización ya desde épocas prehistóricas. El hombre de Neandertal, documentado en Grecia, se instaló en algunas zonas costeras del centro y noroeste, dejando restos de hace unos 70.000 años. En el Paleolítico Superior ya hay comunidades instaladas en territorios como Tesalia y Beocia (los más fértiles de Grecia continental) y Olimpia o la Argólida, en el Peloponeso. Estos cazadores y recolectores no son los antecedentes de la población griega ya que, al final del Paleolítico Superior, se produjo un cambio climático con abundancia de lluvias que inundaron las zonas ocupadas, sepultándolas bajo una capa de lodo de hasta cinco metros en algunos yacimientos. Existen bastantes restos arqueológicos de la etapa mesolítica, alguno de ellos de gran interés, como es la aparición de utillaje lítico realizado en obsidiana procedente de la isla de Milo, lo cual nos revela la existencia de navegación a través del Egeo ya en el X milenio antes de Cristo.